¿En qué creía el físico más popular de la historia?

A finales de agosto de 1932 Albert Einstein, probablemente el físico más famoso, escribió «Mi credo» en Caputh y lo leyó para una grabación por orden y para beneficio de la Liga Alemana de Derechos Humanos. El manuscrito original se le entregó a Konrad Wachsmann, el arquitecto de su casa de verano en Caputh.

La fecha exacta de la grabación se desconoce hoy en día. Puesto que Einstein había dejado Alemania a principios de diciembre de 1932 para irse a dar conferencias a EEUU pero no volvió, la grabación debió ser anterior. Actualmente se asume que se grabó a finales de septiembre/principios de octubre de 1932.

El texto de las creencias de Einstein nos cuenta algo sobre su actitud política e ideológica durante sus últimos años en Berlín. A pesar de la poca longitud que tiene, se puede apreciar la gran carga emocional, así como las ansias de este gran científico por la verdad, la humanidad y la paz:

[Parte I]

Es un especial honor pertenecer a aquellos que pueden entregar sus mejores energías a la contemplación y exploración de las cosas objetivas y atemporales. Cuán feliz y agradecido estoy por tener este privilegio, que otorga uno en gran medida a la independencia del propio destino y a la actitud de los contemporáneos. Sin embargo, esta independencia no debe cegarnos ante el conocimiento de los deberes que constantemente nos unen al pasado, presente y futuro de la humanidad en general.

Nuestra situación en esta tierra parece extraña. Cada uno de nosotros aparece aquí, involuntariamente y sin ser invitado, para una corta estancia, sin saber el por qué ni la razón. En nuestras vidas diarias sólo sentimos que el hombre está aquí para el bien de otros, para aquellos a los que amamos y para muchos otros seres cuyo destino está conectado con el nuestro.

En ocasiones me preocupa el pensamiento de que mi vida está basada en gran medida en el trabajo de mis semejantes y soy consciente de mi gran deuda con ellos.

No creo en el libre albedrío. Las palabras de Schopenhauer: ‘El hombre puede, acaso, hacer lo quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere’, me acompañan en todas las situaciones de mi vida y me reconcilian con las acciones de los demás, aunque fueran para hacerme daño. Esta conciencia de la ausencia de libre albedrío me contendrá de tomarme a mí mismo y a mis semejantes demasiado en serio actuando y decidiendo como individuos, así como de perder mi temperamento.

Nunca he codiciado riqueza ni lujos, de hecho los desprecio en  gran parte. Mi pasión por la igualdad social, así como mi aversión a cualquier obligación y dependencia que no he considerado absolutamente necesaria, me ha llevado en ocasiones a enfrentarme con otras personas.

[Parte II]

Tengo en gran aprecio por los individuos y una indignación insuperable por la violencia y el fanatismo. Todos esos motivos me han hecho un pacifista y antimilitarista apasionado. Estoy en contra de cualquier chauvinismo incluso con el disfraz de mero patriotismo.

Los privilegios basados en la posición y la propiedad siempre me han parecido injustos y perniciosos, así como el culto exagerado a cualquier personalidad. Me adhiero al ideal de democracia, a pesar de que conozco bien la debilidad de la forma democrática de gobierno. La igualdad social y la protección económica del individuo siempre me han parecido los objetivos comunales importantes del estado.

Aunque soy un caso típico de ermitaño en mi día a día, mi conciencia de pertenencia a la comunidad invisible de aquellos que luchan por la verdad, belleza, y justicia hace que no me sienta aislado.

La experiencia más profunda y bella que un hombre puede tener es la sensación de lo misterioso. Es el principio subyacente de la religión al igual que el de todos los esfuerzos serios en arte y ciencia. Aquél que nunca haya tenido esta experiencia me parece, si no muerto, entonces al menos ciego. Sentir que detrás de cualquier cosa con la que se puede experimentar hay algo que nuestras mentes no pueden captar, cuya belleza y sublimidad únicamente nos alcanza indirectamente: eso es religiosidad. En este aspecto, soy religioso. A mí me basta con maravillarme con todos estos secretos e intentar humildemente captar con mi mente una mera imagen de la noble estructura de todo lo que hay.

Einstein signature, 1932

Pd: Mil gracias a Javi Costa por ayudarme con la traducción del alemán, si no probablemente este texto sería bastante diferente.

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10 respuestas a ¿En qué creía el físico más popular de la historia?

  1. cdani dijo:

    Comentario sobre la frase «El hombre puede, acaso, hacer lo quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere»: http://redefinicion.blogspot.com/2015/01/sobre-la-frase-el-hombre-puede-acaso.html

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  2. Constanza dijo:

    gracias por este artículo… cada vez que leo algo nuevo sobre Einstein no hago mas que amarlo cada vez mas!

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  4. Javier Cabo dijo:

    hay una carta poco conocida de Einstein, enviada a Guy H. Raner Jr, el 2 de julio de 1945, en respuesta a un rumor de que un sacerdote jesuita lo había convertido desde el ateísmo, en la cual se reconoce directamente como ateo (citado por Michael R. Gilmore en Skeptic Magazine, Vol. 5, No.2)

    “He recibido su carta del 10 de junio. Nunca he hablado con un sacerdote jesuita en mi vida y estoy asombrado por la audacia de tales mentiras sobre mí. Desde el punto de vista de un sacerdote jesuita, soy, por supuesto, y he sido siempre un ateo.”

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    • Constanza dijo:

      y no se está reconociendo como ateo, lo que dice que «desde el punto de vista de un jesuita soy ateo»… eso no es reconocerse ateo

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  5. avallesping dijo:

    Gracias por tomarte la molestia de traducirlo, siempre es interesante conocer los pensamientos de Einstein.

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  6. Tinejo dijo:

    Fabulosa entrada. Es evidente que para sentirse así, tan lejos de personalismos y posicionamiento social por cuestiones hereditariamente injustas, antes hay que echar un repaso de 360 grados al concepto de sociedad humana y darnos cuenta como millones de individuos aceptan de buen grado, sin analizar nada, una vida preestablecida de sumisión frente a una minoría de semejantes. Absurdo pero motor de una humanidad antropófaga.

    http://casaquerida.com/2015/01/06/zizekeando/

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  8. «No creo en el libre albedrío. Las palabras de Schopenhauer: «El hombre puede, acaso, hacer lo quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere», me acompañan en todas las situaciones de mi vida y me reconcilian con las acciones de los demás, aunque fueran para hacerme daño. Esta conciencia de la ausencia de libre albedrío me contendrá de tomarme a mí mismo y a mis semejantes demasiado en serio actuando y decidiendo como individuos, así como de perder mi temperamento». Es una grata coincidencia que no solo Einstein pensase en esto exactamente igual que lo hago yo —incluyendo las consecuencias prácticas de ese pensamiento—, sino que además, y lo que es más inesperado, tuviera en mente precisamente la misma cita.

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